The Feast of the Holy Family
The Feast of the Holy Family invites us to reflect on a truth that often surprises us: the Holy Family wasn’t “perfect” in the way we might imagine. They experienced poverty, uncertainty, and the challenges of daily life. Yet, it’s precisely in their normalcy—amid struggles and trust in God—that they show us the path to holiness.
Holiness, as Lumen Gentium reminds us, isn’t something we achieve in spite of our family life but through it. Like the Holy Family, we are called to become a “domestic church”, a place where God dwells and works in the ordinary. Think about Joseph and Mary offering two turtle doves at the temple, a simple offering that fulfilled God’s law. In return, God provided the ultimate sacrifice in Christ. Their example shows us that holiness often means offering exactly what we have, trusting God to provide the rest.
This feast also challenges us to ask: What does holiness look like for my family? Perhaps it’s finding God in the routines of work, school, and meals. Perhaps it’s rediscovering roles and responsibilities within the family, mirroring how we care for one another in the Church. As the year closes, this is an opportunity to embrace the sacred in the ordinary—and to go home and love your family.
Spanish
La Fiesta de la Sagrada Familia nos invita a reflexionar sobre una verdad que a menudo nos sorprende: la Sagrada Familia no era “perfecta” de la manera en que podríamos imaginar. Experimentaron pobreza, incertidumbre y los desafíos de la vida diaria. Sin embargo, es precisamente en su normalidad—en medio de luchas y confianza en Dios—donde nos muestran el camino hacia la santidad.
La santidad, como nos recuerda Lumen Gentium, no es algo que logremos a pesar de nuestra vida familiar, sino a través de ella. Al igual que la Sagrada Familia, estamos llamados a convertirnos en una “iglesia doméstica”, un lugar donde Dios habita y actúa en lo ordinario. Pensemos en José y María ofreciendo dos palomas en el templo: una ofrenda sencilla que cumplió con la ley de Dios. A cambio, Dios proporcionó el sacrificio supremo en Cristo. Su ejemplo nos muestra que la santidad a menudo significa ofrecer exactamente lo que tenemos, confiando en que Dios proveerá lo demás.
Esta fiesta también nos desafía a preguntar: ¿Cómo se ve la santidad en mi familia? Tal vez sea encontrar a Dios en las rutinas del trabajo, la escuela y las comidas. Tal vez sea re-descubrir roles y responsabilidades dentro de la familia, reflejando cómo nos cuidamos mutuamente en la Iglesia. Al cerrar el año, esta es una oportunidad para abrazar lo sagrado en lo ordinario—y para ir a casa y amar a tu familia.